En muchas regiones del mundo, los usos abusivos y erróneos y la contaminación amenazan cada vez más la disponibilidad y la calidad del agua; y se considera con frecuencia que los bosques influyen fuertemente en ambas. Además, el cambio climático altera la función reguladora de los flujos de agua ejercida por los bosques y condiciona la disponibilidad de los recursos hídricos. La relación entre los bosques y el agua es, por consiguiente, un asunto crítico que debe ser objeto de atención prioritaria.

Tanto en las zonas de aguas arriba como en las de aguas abajo, las cuencas hidrográficas forestales proporcionan una gran parte del agua que se destina a usos domésticos, agrícolas, industriales y ecológicos. Los encargados de la ordenación de tierras, bosques y aguas deben hacer frente al importante desafío de incrementar al máximo la amplia gama de servicios plurisectoriales brindados por los bosques sin menoscabar las funciones de los recursos hídricos y del ecosistema. Es pues urgente llegar a una comprensión más cabal de las interacciones entre los bosques y árboles y el agua a fin de estimular la toma de conciencia y la creación de capacidad en materia de hidrología forestal, y traducir los conocimientos y los resultados de las investigaciones en las políticas. De forma análoga, es menester desarrollar mecanismos institucionales para el refuerzo de acciones concertadas en el ámbito de los bosques y el agua, e implementar y poner en vigor los programas de acción nacionales y regionales.

Es conservando la calidad del agua que los bosques contribuyen de manera significativa a realzar las propiedades hidrológicas de los ecosistemas de cuenca, y esto se logra minimizando la erosión del suelo en el lugar, reduciendo la sedimentación de los cuerpos de agua (humedales, estanques, lagos, cursos de agua, ríos) y atrapando o filtrando otras sustancias contaminantes del agua presentes en la cubierta vegetal muerta, en especial mediante los mecanismos que se apuntan a continuación.

  • En los terrenos en pendiente, el suelo se desplaza cuesta abajo principalmente por efecto de la fuerza de gravedad y la acción de salpicadura de las gotas de lluvia. La cubierta forestal natural forma una barrera sumamente eficaz contra la erosión del suelo causada por la salpicadura, sobre todo porque las hojas inferiores de las copas de los árboles y la cubierta vegetal muerta contrarrestan la fuerza de la salpicadura. La tala del bosque y su sustitución por otros sistemas de aprovechamiento de la tierra conducen en la mayoría de los casos a una erosión más intensa y rápida, a menos que la conservación de los suelos se practique con sumo cuidado.
  • Por lo general, la erosión está asociada con una mayor concentración de sedimentos en la escorrentía y en los cursos de agua. Más que cualquier otro tipo de cubierta vegetal, una buena cubierta forestal impide más eficazmente la sedimentación de las aguas. La cubierta superficial, los desechos leñosos y las raíces de los árboles retienen los sedimentos y detienen su desplazamiento cuesta abajo. Más aún, las raíces profundas estabilizan las pendientes y contribuyen a evitar los desprendimientos poco profundos.
  • Además de los sedimentos, la calidad del agua puede también sufrir deterioro por diversos tipos de contaminación, según cual sea el uso de la tierra en las cercanías y el drenaje en dirección al curso de agua. Los contaminantes posibles incluyen materias orgánicas en concentración excesiva (que ocasionan la eutrofización del agua) y productos químicos agrícolas o industriales. Los bosques constituyen por cierto un estrato rasante idóneo para las cuencas destinadas al abastecimiento de agua potable, en virtud de que en las actividades forestales (a excepción de las plantaciones en las que se practica una ordenación intensa) no suele por lo general utilizarse fertilizantes o plaguicidas y se evita la contaminación por aguas residuales domésticas o procesos de elaboración industrial. Además, las fuentes de contaminación no puntuales (es decir, la contaminación de procedencias difusas), que se crean con los usos domésticos, industriales y agrícolas, se pueden reducir drásticamente o incluso eliminar cuando se mantienen de forma adecuada unas zonas boscosas ribereñas tampón a lo largo de los cursos de agua. Tales zonas no conseguirán sin embargo evitar la contaminación de las capas freáticas. Más aún, en los lugares en que los árboles –a causa de su altura y resistencia aerodinámica– capturan sustancias contaminantes atmosféricas, la calidad de las aguas no podrá ser protegida por las cuencas forestales. Es este un problema muy común en los bosques de montaña en los países industrializados.

 

cortesía FMCN

 

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